La mañana debe seguir gris
Carmen Villoro
Agosto, 2012
La mañana debe seguir gris es una novela entrañable. Describe una experiencia de amor juvenil en la vida de una muchacha mexicana que vive un tiempo en Londres y se enamora de un poeta. Se trata de un relato autobiográfico, ya que la autora, Silvia Molina, de verdad vivió eso: se enamoró en Londres del poeta José Carlos Becerra, inició con él una relación de descubrimiento del mundo y de la vida, y lo perdió muy pronto, demasiado pronto, trágicamente pronto a causa del accidente automovilístico en el que fallece. El conocimiento de que se trata de hechos reales dota al texto de un interés extra literario. La curiosidad por la vida privada de los escritores a los que leemos, conocemos, admiramos, el voyerismo que todos tenemos y nos motiva a observar por el ojo de la cerradura la vida íntima de los otros, su felicidad, su dolor. Pero la novela, en sí misma tiene un valor literario ajeno a su origen ya que narra de manera suelta y fresca los días de esta estudiante de inglés que se topa con otra cultura, otro mundo, el europeo, y la manera como va afrontando la soledad, la nostalgia por lo suyo, el paso siempre difícil, pero también gozoso, de la dependencia a la autonomía. En las primeras páginas del libro, la autora nos presenta los apuntes de un diario. Algunos días de los años sesenta y nueve y setenta del siglo veinte quedan registrados en las palabras y el recuerdo. Se funden se entrelazan los eventos particulares con los eventos del mundo, las historias de todos que se entretejen para formar la trama. Lo que sigue es una historia, un hilo de esa compleja trama, un drama humano, una vivencia personal. Capítulos cortos poblados de descripciones de lugares y atmósferas, diálogos ágiles, un lenguaje coloquial lleno de guiños y ocurrencias. El discurso está vivo, tan vivo como la protagonista que contagia jovialidad, para la que el mundo es esa sorpresa que se abre como un regalo y del que se irá apropiando. Así conocemos de cerquita a Hugo Gutiérrez Vega y a Lucinda, su esposa que, además de ser personas de carne y hueso, aquí son personajes que juegan el rol de lo vital, son la pareja joven pero un poco mayor que la protagonista que saben disfrutar de las pequeñas y grandes cosas, que contagian bonhomía y cuya casa es el sitio de la hospitalidad donde se encuentran los amigos y se encuentran bien. (Experiencia propia) Ahí en la casa de Hugo y Lucinda conoce Silvia a José Carlos Becerra. Como personaje antagónico está la tía, fría y conservadora no deja que esta chica viva con libertad su anhelo de conocimiento. La protagonista deberá ir venciendo los obstáculos que la rigidez le pone para crecer y florecer. Hay en la novela diversos personajes secundarios que dan movimiento y riqueza al relato y desde luego el personaje alrededor del cual gira la historia: el poeta cuya belleza interior agita los océanos callados de la joven y los transforma en ríos. El agua es un elemento siempre presente en la novela. La lluvia tenue o más intensa revela los estados interiores de nuestro personaje, nuestra muchacha que ama y sufre y se divierte bajo esa compañía pertinaz que nunca cesa. La mañana debe seguir gris alude a etsa niebla londinense y a ese estado de ánimo que produce la bruma que se instala en el estallido luminoso de una vida que comienza. La mañana gris es la contradicción que encierra la tragedia.
La muerte es un enigma y nadie se explica por qué un joven poeta, radiante y pletórico la encuentra prematuramente en una curva de una carretera de Italia. Dela el poeta una poesía vibrante y conmovedora en donde podemos buscar con afán psicoanalítico la presencia escurridiza de Tánatos, esa tendencia irracional a fundirse con la continuidad del ser. Pero lo importante de esta novela es cómo en la muerte de alguien es otro quien vive y cómo esa muerte resignifica los hechos de la vida. Seguramente Silvia escribió esta novela como un recurso de elaboración. Poner palabras al dolor es la mejor manera que tenemos para aliviarlo, eso lo sabe ella, a nosotros, los lectores, nos regala un tratado de la ilusión. En su primer libro de poemas "Colores en el mar", Carlos Pellicer dice en el prólogo: "...tengo veinticinco años y creo que el mundo tiene la misma edad que yo". Eso nos pasa también con la novela de Silvia Molina. El mundo vuelve a tener veinticinco años. En este sentido, aunque se trata de una novela generacional, cualquier joven de cualquier época se puede identificar con ella. Lo cierto es que esta novela nos deja ver la sensibilidad de esa joven que después se convertirá en una de las voces más nítidas de la literatura mexicana, la escritora Silvia Molina.
Presentación de la edición para conmemorar los 35 años de la novela. Guadalajara, Jalisco. |
Rodríguez Walling, Isabel
Revista Vanidades de México, año 34, núm. 14, julio 5 de 1994, pp. 100-101.
“Silvia Molina. Continúa su carrera literaria con el impulso inicial. Su primer libro, además de premiado, ha sido editado en inglés”
Entró en el mundo literario por la puerta grande. Su primera novela, “La mañana debe ser gris”, la que había escrito para sí misma en recuerdo de una pasión y en la búsqueda de su identidad personal, recibió, para sorpresa de la propia autora, el premio más codiciado de México, el Xavier Villaurrutia (1977), equivalente al Prix Goncourt en Francia y al National Book Award en los Estados Unidos.
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Quemain, Miguel Ángel
El Gallo Ilustrado, Semanario de El Día
27 de mayo de 1990, pp. 12-14.
“Silvia Molina: la intimidad como pasión”
La mañana debe ser gris es una novela que se afirma en aquello que niega: el olvido. Es la historia, el testimonio de una fragilidad, la amorosa, que se continúa y sobrevive en la escritura. La historia parece simple: una joven mexicana de clase media se enamora en Londres de un poeta, mexicano también, con el poder trasforma los prejuicios “pequeños burgueses” de la enamorada en la entrega y la ilusión paulatinas que, antes de realizarse plenamente, la fatalidad clausura con la muerte del amado. Es una historia, de todos los días, que ha transformado su valor a través de la literatura. ¿Es posible escribir una autobiografía que no sea una novela? ¿Cómo?, ¿cuál es el valor de esta experiencia?
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Rivera Garza, Cristina
Milenio, núm. 3672
19 enero 2010, p. 44
“El gran ausente”,
La tenía olvidada. La recordé porque me pidieron que recomendara una serie de novelas cortas para lectores jóvenes. Luego de recorrer los títulos de las más usuales, apareció en algún lugar de la memoria La mañana debe seguir gris, el libro que la escritora mexicana Silvia Molina publicó en 1977 y que todavía tiene a los críticos debatiéndose entre calificarlo como novela corta o como testimonio breve.
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